Nos habían invitado a una fiesta de cumpleaños de un amiguito de Alba y como sé que mi hija es precavida y cauta y que eso se traduce como timidez, llegamos temprano justamente para que la tarea de entrar en confianza le resultara más sencillo.
No había pasado ni una hora, tiempo muy corto para llegar a cierto nivel de soltura, la chica que animaba a los niños para participar de la fiesta, viendo que ella sólo se quedaba cerca mío, se acercó a Alba de una manera muy cordial, invitándola a que se uniera a ellos para jugar, ¡grave error! Lo primero que hizo fue esconderse aún más bajo mi ala. Frente a tal comportamiento la reacción de la gente fue -¡aaaa, que le pasa!!!
No había pasado ni una hora, tiempo muy corto para llegar a cierto nivel de soltura, la chica que animaba a los niños para participar de la fiesta, viendo que ella sólo se quedaba cerca mío, se acercó a Alba de una manera muy cordial, invitándola a que se uniera a ellos para jugar, ¡grave error! Lo primero que hizo fue esconderse aún más bajo mi ala. Frente a tal comportamiento la reacción de la gente fue -¡aaaa, que le pasa!!!
Pues en este escenario agobiante y las miradas puestas en ella, se puso a llorar. La tomé en brazos y me la llevé fuera para hablar tranquilamente con ella.
Ahora que ella habla, me dice en ese momento muy claro y entre llanto "¡¡no quiero jugar, no quiero jugar!!! Tenía cogidas sus manos y sentía la angustia que en ese momento ella estaba sintiendo.
Siempre he hecho el trabajo de ponerme en su lugar para poder entendernos, pero en ese momento no me tuve que poner en su lugar, simplemente sucedió que mi alma viajó a su cuerpo y mi mente me trajo recuerdos de cuando yo era niña y que no me gustaban los cumpleaños.
Me entró una angustia enorme, se me llenaron los ojos de lágrimas y que oculté lo mejor posible para que no me viera, porque si hubiese estado sola las lágrimas no hubiesen parado de caer. Por supuesto mi postura fue escucharla y luego abrazarla. Traté de tranquilizarla y le dije que no pasaba nada si no quería jugar, nadie la podía obligar y que si confiaba en mi, todo estaría bien.
Creo que esa conexión y empatía que tuve hacia ella es porque, a pesar de todos nuestros esfuerzos para que ella no sea tan tímida como son sus padres, hay cosas que se llaman genes y que es más difícil cambiar. Me acordé en esos segundos donde mi cuerpo se trasladó al suyo, el pánico que yo le tenía a los cumpleaños cuando era pequeña, a los payasos, a los tumultos, a quedarme sola. Me acordé de las veces, teniendo más edad incluso que Alba, que ponía cualquier excusa a mis padres para que no me llevaran a un cumple.
Entendí perfectamente lo que sentía su cuerpo y su corazón.
De antemano sabía por qué se había puesto así: (1) la "obligación" para que fuera a jugar, y ahí no se había puesto a llorar y (2) todos los ojos mirándolas y "juzgándola" por no querer ir a jugar. Final: llanto y vergüenza.
El tema de la vergüenza es algo que en casa lo hablamos mucho con mi marido. Los dos somos tímidos, cada uno en su justa medida, diferente vergüenza en diferentes escenarios, y aceptados en la sociedad porque finalmente somos adultos.
Pero en un niño, la vergüenza es muy mal vista, es un comportamiento social no permitido. Todo mundo se alarma porque el niño no quiere jugar, o porque no baila "sin verguenza" delante de todos.
Lo hablamos mucho justamente porque estamos conscientes que ella, desde que la conocemos, desde el día que nació, ella también lo trae consigo. Estamos conscientes que no queremos repetir patrones de nuestros padres que ayudaron a que fuésemos más vergonzosos, que luego se transforma en inseguridad.
Es un camino, es un trabajo de mucho amor diario, es una crianza consciente que puede ser llevada a cabo solo cuando como padres somos humildes con nosotros mismos y reconocemos nuestros miedos y frustraciones. Porque es la manera natural que podemos conocer a nuestros hijos,
No puedo negar que en esos momentos de timidez me gustaría que mi hija fuese como es un casa, una niña muy pero muy feliz, despierta, astuta, sin vergüenza, que canta, que baila como todos los niños, que habla en su lengua como un lorito, que inventa canciones, que se mueve demostrando que tiene una seguridad en su cuerpo que yo misma me quedo impresionada.
Pero simplemente "le cuesta más" y no aflijo más porque sé que esas características no bien vistas,porque insisto no es vergüenza sino precaución, se traducirán cuando sea adulta como una mujer segura de si misma, porque ahora a sus 29 meses lo es, que tomará decisiones acertadas basándose en sus buenos criterios y que se entregará 100 por 100 cuando ella vea y sienta seguridad a su alrededor.
Ahora siendo madre de una niña "con vergüenza" me doy cuenta cuanto espera la gente de los niños, que deben cumplir "patrones estandarizados" y que si no encajan se quedan fuera. Y así en muchas otras esferas como con la comida, la lectura, la escritura, las notas....
El camino acertado siempre ha sido la empatía hacia ella, y antes de todo, el conocimiento absoluto y humilde de nuestro propio comportamiento, de nuestro propio ser como padres y que no llega sino, hasta convertirnos como tal, hasta que no llega la maternidad/paternidad.
Pero simplemente "le cuesta más" y no aflijo más porque sé que esas características no bien vistas,
Ahora siendo madre de una niña "con vergüenza" me doy cuenta cuanto espera la gente de los niños, que deben cumplir "patrones estandarizados" y que si no encajan se quedan fuera. Y así en muchas otras esferas como con la comida, la lectura, la escritura, las notas....
El camino acertado siempre ha sido la empatía hacia ella, y antes de todo, el conocimiento absoluto y humilde de nuestro propio comportamiento, de nuestro propio ser como padres y que no llega sino, hasta convertirnos como tal, hasta que no llega la maternidad/paternidad.
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